Texto: Héctor Rodríguez de la O.
Fotografías: Julio Langarica
¿Por qué tipos de
elefantes? Sería muy fácil
decir que es por el tamaño
de los accidentes en forma de ser humano –o elefante–
que aparecen en las imágenes. Y tal vez sea así,
al menos a un nivel si no elemental, complaciente. Busquemos no complacernos ni
complacer, busquemos buscar, buscando. Viendo.
La del elefante en medio de la gente
No hay nada que se parezca más
–ni que sea tan
diferente, también–
al hombre
como un elefante
(con excepción del hombre elefante)
La del elefante no-camello llamado Fante
John L. Fante era un infante regente de la marina mercante.
Un día de la nada de volvió
parecido a un sicofante narcotraficante y,
triunfante y elegante y rozagante
se nos puso enfrente como una interrogante
bastante cargante:
todo eso era, y no era,
John L. Fante.
La del elefante objeto de objeciones
–¿Qué se siente ser un elefante?
–Se siente gigante.
–¿Y qué se siente ser la máscara de un elefante?
–Se siente
arrogante.
–¿Y qué se siente ser el
sombrero de un elefante?
–No sé, rozagante.
–¿Y qué se siente?
–Pues que se siente.
La del elefante cinéfilo mercante
Ante la memoria creepytante
chisporroteada y efímera
un elefante
cayo en la cuenta
de que ya no frecuenta
desde que tenía cincuenta
ningún recuerdo
y se pregunta
con los pelos de punta
si valdrá o no la pena
el tiempo quemado y la sola superficie.
Clases de elefante se nos ponen delante
no sé, nomás no digas que no sé, que no, que antes.
Cosas de elefantes y elefantes sedantes
abundantes en la vida, y votantes
importantes, errantes.
Quevedo y Cervantes
¿Alighiero Dante?
Nada en los estantes.
Cosas de elefantes